A lo largo de las últimas décadas ha habido un
avance inmenso en inteligencia informática, pero el avance en
conciencia informática ha sido nulo. Hasta donde sabemos, en 2016
los ordenadores no son más conscientes que sus prototipos de la
década de 1950. Sin embargo, estamos en el umbral de una revolución
trascendental. Los humanos corren el peligro de perder su valor
porque la inteligencia se está desconectando de la conciencia.
Hasta hoy, una inteligencia elevada siempre ha
ido de la mano con una conciencia desarrollada. Solo los seres
conscientes podían efectuar tareas que requerían mucha inteligencia,
como jugar al ajedrez, conducir automóviles, diagnosticar
enfermedades o identificar a terroristas. Sin embargo, en la
actualidad estamos desarrollando nuevos tipos de inteligencia no
consciente que pueden realizar tales tareas mucho mejor que los
humanos, porque todas se basan en el reconocimiento de pautas, y los
algoritmos no conscientes podrían superar pronto a la conciencia
humana en el reconocimiento de pautas o patrones. Esto plantea una
nueva pregunta: ¿qué es lo realmente importante: la inteligencia o
la conciencia? Mientras iban de la mano, debatir su valor relativo
no era más que un pasatiempo para filósofos. Pero en el siglo XXI,
esto se está convirtiendo en una cuestión política y económica
urgente. Y da que pensar ver que, al menos para ejércitos y
compañías comerciales, la respuesta es clara: la inteligencia es
obligatoria, pero la conciencia es opcional.
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