Manifiesto Etico-Estético |
Durante el año 2003 redacté un manifiesto que
reunía
mis opiniones sobre la Creación Musical en el "ámbito clásico", y que
había de servir para orientar mi posterior actitud creativa,
como de hecho está siendo hasta el momento. |
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1. Preludio . . . . . . . . |
El presente manifiesto se refiere a la creación musical en el ámbito de la llamada "música culta", que prefiero denominar "música de tradición escrita", porque es el soporte escrito en partitura el que realmente caracteriza y aglutina a estas músicas, más que una cuestionable aculturación. Su objeto es la realización de un análisis sobre la situación del compositor (o compositora, entiéndase en lo sucesivo) de música de tradición escrita, a comienzos del S.XXI, y la problemática que en torno a él se cierne.
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2. Un poco de historia . . .
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La Creación Musical, tal y como ha sido entendida en los últimos 2 siglos, se encuentra a principios del S.XXI en una profunda crisis. Esta crisis no puede explicarse, sin embargo, sin remontarse a los precedentes, como poco, desde el S.XVIII. Hasta el S.XIX, la mayoría de la música que se "consumía" era música de nueva creación, que los maestros de capilla o músicos de corte se veían obligados a crear continuamente. Con frecuencia se trataba de obras de "usar y tirar", que se interpretaban unas pocas veces. El músico-compositor, como cualquier otro artista en aquella época, recibía la consideración de poco más que artesano, encontrándose sometido a los designios del noble, príncipe, obispo, cabildo, ayuntamiento, etc... que le sostenía, y sufriendo frecuentes penurias económicas, igual que otros artesanos. En el S.XIX cambia la situación, al consolidarse dos tendencias que fueron gestándose a lo largo del S.XVIII. La primera de ellas es la creciente demanda burguesa de música de entretenimiento. El compositor puede así independizarse de su "protector" y servir a un público variado, lo que amplía sus posibilidades. Y por otro lado, es en este siglo cuando se consolida la edición musical como elemento primordial de difusión de la música, lo que potencia aún más la capacidad del compositor para extender su creación musical. Estos dos factores se verán catalizados por un tercero: la consideración de la música, a través de la filosofía y la estética decimonónica, como la más sublime de las artes. Todo ello hace que el compositor, que en el S.XVII y XVIII era poco más que un sirviente, pase a ser considerado a finales del S.XIX como una especie de ser iluminado, respetado y admirado por todos, y no pocas veces con una satisfactoria situación económica, al menos frente a cómo había sido en el siglo anterior. El S.XX, absolutamente convulso, alterará en muchos aspectos la vida musical. La aparición de los sistemas radiodifusión y de grabación hace que las músicas populares, anteriormente tachadas de incultas y sujetas exclusivamente a la transmisión oral, encuentren un potentísimo vehículo para su difusión, ganándole gran parte de su terreno a la música de tradición escrita. La reacción de los compositores, que a principio del siglo se habían subido al carro de las vanguardias, como en el resto de las artes, será atrincherarse en el mismo, especialmente en las últimas décadas. Haciendo uso del "título de seres iluminados" que les había sido otorgado a finales del S.XIX, desprecian la incomprensión y el rechazo del público, conviertiéndose éstos en motivo para la autorreafirmación. Esta actitud, lógica e inherente a las vanguardias de la primera mitad de siglo, se vuelve frecuentemente patológica en la segunda mitad. Los compositores se aferran a estéticas y técnicas inasequibles incluso para un público culto e interesado por la música, así como a puestas en escena decimonónicas, cada vez más ajenas al oyente, que se contradicen con la idea de modernidad que pretenden presentar. Y con el agravante de que esa inasequiblididad oculta muy frecuentemente una genuina mediocridad. De esta manera, con el rechazo generalizado de un público que sí que acepta las nuevas creaciones de otras artes (pintura, arquitectura, literatura, danza, cine, música popular,...), en la 2ª mitad del S.XX las nuevas creaciones dentro del ámbito de la música de tradición escrita pierden casi todo su valor comercial y se sustentan, de forma mayoritaria, sobre subvenciones de dinero público, bien sean directas o indirectas, mientras las salas de conciertos donde se presentan aparecen frecuentemente vacías, hasta con entrada gratuita. En esta situación distorsionada de finales del siglo, los creadores de música de raíz popular han ocupado mayoritariamente el puesto de representantes de la cultura musical del momento, con toda la profundidad posible de la palabra cultura, siendo absolutamente reconocidos en dicho papel por todos los estamentos de la sociedad, desde gobernantes, intelectuales o artistas hasta el público general. Ante la crítica situación, numerosos compositores de música de tradición escrita, dentro de lo que se ha llamado "Movimiento Postmoderno", han intentado desde los años 1970 y más manifiestamente en los 80 y 90, un acercamiento al público. Sin embargo, este acercamiento no ha sido sincero. Se ha tratado de una especie de cesión, o lavado de cara, en la que a través de sonoridades un poco más amables que las utilizadas en los años 50 y 60, se ha pretendido atraer a un público al que el intento le ha pasado casi desapercibido, con muy puntuales excepciones (3ª sinfonía de Gorecky, música de algunos minimalistas como Philip Glass o Michael Nyman, etc...) Por último, la irrupción de las nuevas tecnologías informáticas en las 2 últimas décadas del S.XX van a ser la puntilla para la creación musical profesional ya que, si por un lado facilitan a cualquier profano realizar creaciones musicales relativamente elaboradas, por otro permiten la distribución gratuita e ilimitada de música a través de Internet, mermando los ingresos que tradicionalmente ha generado la distribución discográfica y editorial. Posibilitan, además, la creación de inmensas bases de datos de música, con millones de grabaciones, en las cuales es posible encontrar de todo cuando surge la necesidad de "nueva música". Así, allá donde se requiera nueva música se sustituye generalmente el verbo "crear" por el de "buscar", muchísimo más rápido y económico con las tecnologías informáticas. La síntesis de lo expuesto es que, a finales del S.XX, el compositor de música de tradición escrita ha perdido gran parte de la influencia social que ha gozado desde el S.XV, con ese máximo histórico a finales del S.XIX. Y la que le queda es más por inercia cultural, por la costumbre de que exista una cátedra de composición en los conservatorios, que por una demanda social real.
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3. Pero, ¡cómo estamos! . .
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La situación, ya en el S.XXI, es tan dramática, que lo mínimo que cabe realizar es una seria reflexión sobre cuál puede ser el papel y el camino a seguir por los compositores, y qué tipo de posturas o acciones cabe adoptar. Después de llevar a cabo la citada reflexión, a mi juicio aparecen 5 posturas básicas posibles: La primera es continuar como estamos, es decir, componiendo música más o menos vanguardista que se presenta en conciertos a los que sólo acuden cuatro colegas, y que no genera casi ningún tipo de ingreso o trascendencia social para el compositor. Y lamentándonos, obviamente, de lo inculta que es la gente y lo desdichada que es la vida del compositor. La segunda consiste en componer música, de la estética que sea, concebida única y exclusivamente para la mera autosatisfacción, sin pensar en absoluto en si esa obra va a gustar a alguien o no, o si va a experimentar algún tipo de consideración social. Evidentemente, en este caso no hay que tener miedo a que el cúmulo de notas escritas jamás salgan del cajón de nuestro escritorio o, en el mejor de los casos, del reducido círculo de los allegados. La tercera es el lavado de cara de la música que se escribe, vistiéndola de sonoridades un tanto amables, incluso de modelos formales que emulan estilos al gusto del público. Esta posibilidad, ya comentada anteriormente, y que se enmarca dentro del llamado movimiento postmoderno, ha alcanzado algo más de influencia social, pero aún así insignificante ante el total del espacio musical. La cuarta, radical pero no descartable, es abandonar la composición hasta que lleguen tiempos mejores, si es que eso ocurriera, y canalizar las ansias creativas por otros derroteros (García Lorca se dedicó a escribir, Paul Bowles también, Penderecky se dedica a la jardinería, ¿por qué no...?) Y, por último, la quinta y la que es realmente objeto de este manifiesto, es enfrentar la situación, tratando de volver a situar al compositor en un papel útil para la sociedad, abriendo bien los ojos a la realidad, desprendiéndonos de los prejuicios que nos lastran desde el S.XIX y recuperando la humildad del artesano para empezar prácticamente de cero. Con un ojo puesto en el pasado, y en todas las técnicas desarrolladas durante siglos, pero conscientes de que unos tiempos tan diferentes a los anteriores, como es el S.XXI en los países desarrollados, exigen un esfuerzo de adaptación y de reinvención del papel del compositor. Vayamos por partes. Primero de todo, debemos de una vez por todas asumir que:
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4. ¿Pasando a la acción? .
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Si se acepta todo ello, ¿qué es lo que se puede hacer? La respuesta no la conozco. La finalidad de este manifiesto es más realizar un análisis y plantear preguntas que ofrecer respuestas. Si esas respuestas existen, habrán de surgir del trabajo y esfuerzo colectivo de toda una nueva generación de compositores, no de un único artista iluminado. No obstante, sí me atrevo a compartir, con toda la humildad del mundo, algunas ideas que vienen a mi cabeza cuando imagino salidas para el actual callejón en el que se encuentra la Música Nueva (utilizaré este término para referirme a la música de nueva creación planteada desde la perspectiva de la música de tradición escrita).
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5. Concluyendo . . . . . . .
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Puede parecer que este manifiesto es exageradamente pesimista. Nada más lejos de mi intención. Precisamente porque creo que la música es una actividad esencial para el ser humano, y porque considero que la música de tradición escrita tiene y siempre tendrá mucho que aportar, he realizado este alto en mi camino de profesor y compositor y he redactado estas líneas. En cualquier caso, más que enunciar grandes verdades, pretendo generar debate y reflexión, ya que lo que sí que resulta evidente es que la Música Nueva se encuentra en ese aparente callejón, con la salida un tanto "obturada". No obstante, estoy seguro de que, una vez abierta esa salida, ha de existir un amplio campo en el que desarrollar nuestra actividad. Invito, asimismo, a adherirse al mismo a cuantos quieran, entendiendo que tal adhesión es más una adhesión a la necesidad de debate sincero y profundo, que un refrendo incondicional a las ideas aquí escritas. Bien es sabido que la unión hace la fuerza, y si es que existe alguna posibilidad de evolución, de mejora o de cambio, todo ello surgirá de los esfuerzos de un amplio colectivo. Por último, aún no se bien cuál adoptar de las 5 posturas que antes he señalado. Pero sí tengo claro cuales no.
Escrito en 2003, por Luis Robles
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[6. Coda: Las palabras e ideas
anteriormente expresadas persiguen, como único objetivo, estimular la reflexión. En
ningún caso atacar a nadie, sea persona particular o colectivo. Ha de entenderse, dentro
de ese mismo objetivo, el estilo de redacción "vehemente" que en algún momento
pueda aparecer. No obstante, si alguien se sintiera agraviado, ruego que acepte mis más
sinceras disculpas, que aquí mismo le presento por anticipado.]
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