Manifiesto Etico-Estético
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Durante el año 2003 redacté un manifiesto que reunía mis opiniones sobre la Creación Musical en el "ámbito clásico", y que había de servir para orientar mi posterior actitud creativa, como de hecho está siendo hasta el momento.
 

Tras años participando activamente como compositor de la llamada "Música Contemporánea", este manifiesto surgió como necesidad de aclarar ideas, y también como respuesta al callejón sin salida en el que se encontraba, y todavía se encuentra, la creación musical en dicho "ámbito clásico". Un callejón que genera incomprensión en el público y que conduce a la frustración a muchos creadores.



Viñeta publicada en el diario El Pais, cedida por gentileza de Forges

El cambio de siglo me parecía el momento apropiado para llevar a cabo esta reflexión, y para compartirla con otras personas. Así lo hice, e incluso colegas compositores e intérpretes llegaron a suscribirlo. Reservaré su anonimato, pues me temo que tras ese apoyo se ocultaba, en algunos casos, el respaldo de la amistad y, porque al fin y al cabo, plantea una actitud personal. Aunque me aliente el sentirla compartida, es a mí a quien me toca defenderla. No obstante, aquí hago público este manifiesto, por si puede servir a quien lo lea para estimular su propia reflexión, o incluso para adherirse a los planteamientos presentados. Cualquiera de ambas posibilidades me resultará gratificante.

 


MANIFIESTO ÉTICO - ESTÉTICO SOBRE
LA CREACIÓN MUSICAL EN LA EUROPA DEL S.XXI

 
1. Preludio . . . . . . . .
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El presente manifiesto se refiere a la creación musical en el ámbito de la llamada "música culta", que prefiero denominar "música de tradición escrita", porque es el soporte escrito en partitura el que realmente caracteriza y aglutina a estas músicas, más que una cuestionable aculturación. Su objeto es la realización de un análisis sobre la situación del compositor (o compositora, entiéndase en lo sucesivo) de música de tradición escrita, a comienzos del S.XXI, y la problemática que en torno a él se cierne.

 

2. Un poco de historia . . . . . . . .
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La Creación Musical, tal y como ha sido entendida en los últimos 2 siglos, se encuentra a principios del S.XXI en una profunda crisis. Esta crisis no puede explicarse, sin embargo, sin remontarse a los precedentes, como poco, desde el S.XVIII.

Hasta el S.XIX, la mayoría de la música que se "consumía" era música de nueva creación, que los maestros de capilla o músicos de corte se veían obligados a crear continuamente. Con frecuencia se trataba de obras de "usar y tirar", que se interpretaban unas pocas veces. El músico-compositor, como cualquier otro artista en aquella época, recibía la consideración de poco más que artesano, encontrándose sometido a los designios del noble, príncipe, obispo, cabildo, ayuntamiento, etc... que le sostenía, y sufriendo frecuentes penurias económicas, igual que otros artesanos.

En el S.XIX cambia la situación, al consolidarse dos tendencias que fueron gestándose a lo largo del S.XVIII. La primera de ellas es la creciente demanda burguesa de música de entretenimiento. El compositor puede así independizarse de su "protector" y servir a un público variado, lo que amplía sus posibilidades. Y por otro lado, es en este siglo cuando se consolida la edición musical como elemento primordial de difusión de la música, lo que potencia aún más la capacidad del compositor para extender su creación musical. Estos dos factores se verán catalizados por un tercero: la consideración de la música, a través de la filosofía y la estética decimonónica, como la más sublime de las artes. Todo ello hace que el compositor, que en el S.XVII y XVIII era poco más que un sirviente, pase a ser considerado a finales del S.XIX como una especie de ser iluminado, respetado y admirado por todos, y no pocas veces con una satisfactoria situación económica, al menos frente a cómo había sido en el siglo anterior.

El S.XX, absolutamente convulso, alterará en muchos aspectos la vida musical. La aparición de los sistemas radiodifusión y de grabación hace que las músicas populares, anteriormente tachadas de incultas y sujetas exclusivamente a la transmisión oral, encuentren un potentísimo vehículo para su difusión, ganándole gran parte de su terreno a la música de tradición escrita. La reacción de los compositores, que a principio del siglo se habían subido al carro de las vanguardias, como en el resto de las artes, será atrincherarse en el mismo, especialmente en las últimas décadas. Haciendo uso del "título de seres iluminados" que les había sido otorgado a finales del S.XIX, desprecian la incomprensión y el rechazo del público, conviertiéndose éstos en motivo para la autorreafirmación. Esta actitud, lógica e inherente a las vanguardias de la primera mitad de siglo, se vuelve frecuentemente patológica en la segunda mitad. Los compositores se aferran a estéticas y técnicas inasequibles incluso para un público culto e interesado por la música, así como a puestas en escena decimonónicas, cada vez más ajenas al oyente, que se contradicen con la idea de modernidad que pretenden presentar. Y con el agravante de que esa inasequiblididad oculta muy frecuentemente una genuina mediocridad.

De esta manera, con el rechazo generalizado de un público que sí que acepta las nuevas creaciones de otras artes (pintura, arquitectura, literatura, danza, cine, música popular,...), en la 2ª mitad del S.XX las nuevas creaciones dentro del ámbito de la música de tradición escrita pierden casi todo su valor comercial y se sustentan, de forma mayoritaria, sobre subvenciones de dinero público, bien sean directas o indirectas, mientras las salas de conciertos donde se presentan aparecen frecuentemente vacías, hasta con entrada gratuita.

En esta situación distorsionada de finales del siglo, los creadores de música de raíz popular han ocupado mayoritariamente el puesto de representantes de la cultura musical del momento, con toda la profundidad posible de la palabra cultura, siendo absolutamente reconocidos en dicho papel por todos los estamentos de la sociedad, desde gobernantes, intelectuales o artistas hasta el público general. Ante la crítica situación, numerosos compositores de música de tradición escrita, dentro de lo que se ha llamado "Movimiento Postmoderno", han intentado desde los años 1970 y más manifiestamente en los 80 y 90, un acercamiento al público. Sin embargo, este acercamiento no ha sido sincero. Se ha tratado de una especie de cesión, o lavado de cara, en la que a través de sonoridades un poco más amables que las utilizadas en los años 50 y 60, se ha pretendido atraer a un público al que el intento le ha pasado casi desapercibido, con muy puntuales excepciones (3ª sinfonía de Gorecky, música de algunos minimalistas como Philip Glass o Michael Nyman, etc...)

Por último, la irrupción de las nuevas tecnologías informáticas en las 2 últimas décadas del S.XX van a ser la puntilla para la creación musical profesional ya que, si por un lado facilitan a cualquier profano realizar creaciones musicales relativamente elaboradas, por otro permiten la distribución gratuita e ilimitada de música a través de Internet, mermando los ingresos que tradicionalmente ha generado la distribución discográfica y editorial. Posibilitan, además, la creación de inmensas bases de datos de música, con millones de grabaciones, en las cuales es posible encontrar de todo cuando surge la necesidad de "nueva música". Así, allá donde se requiera nueva música se sustituye generalmente el verbo "crear" por el de "buscar", muchísimo más rápido y económico con las tecnologías informáticas.

La síntesis de lo expuesto es que, a finales del S.XX, el compositor de música de tradición escrita ha perdido gran parte de la influencia social que ha gozado desde el S.XV, con ese máximo histórico a finales del S.XIX. Y la que le queda es más por inercia cultural, por la costumbre de que exista una cátedra de composición en los conservatorios, que por una demanda social real.

 

3. Pero, ¡cómo estamos! . . . . . . . .
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La situación, ya en el S.XXI, es tan dramática, que lo mínimo que cabe realizar es una seria reflexión sobre cuál puede ser el papel y el camino a seguir por los compositores, y qué tipo de posturas o acciones cabe adoptar. Después de llevar a cabo la citada reflexión, a mi juicio aparecen 5 posturas básicas posibles:

La primera es continuar como estamos, es decir, componiendo música más o menos vanguardista que se presenta en conciertos a los que sólo acuden cuatro colegas, y que no genera casi ningún tipo de ingreso o trascendencia social para el compositor. Y lamentándonos, obviamente, de lo inculta que es la gente y lo desdichada que es la vida del compositor.

La segunda consiste en componer música, de la estética que sea, concebida única y exclusivamente para la mera autosatisfacción, sin pensar en absoluto en si esa obra va a gustar a alguien o no, o si va a experimentar algún tipo de consideración social. Evidentemente, en este caso no hay que tener miedo a que el cúmulo de notas escritas jamás salgan del cajón de nuestro escritorio o, en el mejor de los casos, del reducido círculo de los allegados.

La tercera es el lavado de cara de la música que se escribe, vistiéndola de sonoridades un tanto amables, incluso de modelos formales que emulan estilos al gusto del público. Esta posibilidad, ya comentada anteriormente, y que se enmarca dentro del llamado movimiento postmoderno, ha alcanzado algo más de influencia social, pero aún así insignificante ante el total del espacio musical.

La cuarta, radical pero no descartable, es abandonar la composición hasta que lleguen tiempos mejores, si es que eso ocurriera, y canalizar las ansias creativas por otros derroteros (García Lorca se dedicó a escribir, Paul Bowles también, Penderecky se dedica a la jardinería, ¿por qué no...?)

Y, por último, la quinta y la que es realmente objeto de este manifiesto, es enfrentar la situación, tratando de volver a situar al compositor en un papel útil para la sociedad, abriendo bien los ojos a la realidad, desprendiéndonos de los prejuicios que nos lastran desde el S.XIX y recuperando la humildad del artesano para empezar prácticamente de cero. Con un ojo puesto en el pasado, y en todas las técnicas desarrolladas durante siglos, pero conscientes de que unos tiempos tan diferentes a los anteriores, como es el S.XXI en los países desarrollados, exigen un esfuerzo de adaptación y de reinvención del papel del compositor.

Vayamos por partes. Primero de todo, debemos de una vez por todas asumir que:

  • 1º - La sociedad no es idiota, aunque a veces pueda parecerlo. Y todavía menos la parte "culta" de la sociedad, esa que visita las exposiciones de arte contemporáneo e incluso adquiere cuadros, compra libros de literatura reciente, se fascina con la danza contemporánea, o asiste a una representación teatral de estreno. En cualquier caso, la sociedad actual en los países desarrollados seguro que no es más idiota que la de hace dos siglos, pues resulta, en su conjunto, muchísimo más culta, y por tanto menos manipulable (aunque los mecanismos de manipulación se hayan sofisticado extremadamente hoy en día).
  • 2º - Los compositores no somos seres iluminados, dotados con la quintaesencia de los saberes artísticos, inalcanzables para el común de los mortales. Y la sociedad no se encuentra incapacitada para entendernos. Más bien somos nosotros los que fomentamos y masoquistamente disfrutamos ese apartamiento, que consuma el mito de que, "cuanto más incomprendido, más genial" (mito que, por cierto, no se ha dado en la historia de la música ni una docena de veces, pero que pretenden vivir como real numerosos creadores).
  • 3º - La sociedad demanda música, necesita música. Es algo inherente al ser humano, y siempre será necesitada. Los compositores, por lógica, deberíamos representar un papel central en la satisfacción de esa demanda. Ello implica sabernos situar en ella y no esperar que nos llueva del cielo.
  • 4º - Debemos ser conscientes de que competimos con Vivaldi, Bach, Beethoven, Brahms, Ravel, Prokofiev, etc... pues la música, especialmente la instrumental, presenta una naturaleza abstracta y asemántica cuya consecuencia es que las músicas del pasado no resultan ajenas a la sociedad actual, a diferencia de lo que ocurre con otras artes. También competimos con los Beatles, Rolling Stones, Madonna, ....Louis Amstrong, Antonio C. Jobim,...., Joan M. Serrat, Paco de Lucía, ....etc, etc, etc..., y debemos pretender ser, como poco, igual de atractivos que ellos a la sociedad, si deseamos alcanzar la misma presencia social que gozan ellos, lo cual para nada significa hacer lo mismo que hacen ellos.
  • 5º - Desde al menos el S.XIV, ha existido el oficio de compositor que, casi siempre asociado a la interpretación, era realizado por un especialista formado en música de tradición escrita (maestro de capilla, músico de la corte, compositores de ópera, arreglistas para orquestas de baile, etc...). En este oficio, que sigue existiendo en el S.XXI aunque ha perdido mucha fuerza con los sistemas de grabación y difusión musicales, ha sido relevado el compositor de tradición escrita por el músico procedente del pop-rock, que desarrolla su trabajo con ordenadores. Este compositor no necesita conocer prácticamente nada de la técnica tradicional: su oído y los conocimientos informáticos le bastan para satisfacer la demanda social de nueva música.
  • 6º - En un mundo audiovisual, en el que todo transcurre a velocidad de vértigo, la "Música Pura", sin ningún tipo de asociación es casi inviable. Es un estilo que se produjo en unas condiciones y un tiempo muy concretos, asociados al clasicismo-romanticismo. Pero debemos aceptar humildemente que la música prácticamente siempre ha acompañado a algo o, cuanto menos, ha sido acompañada de algo.
  • 7º - Por lo mismo, los auditorios convencionales se concibieron en el siglo XIX para la música decimonónica, y es un placer escuchar en ellos a Schubert, pero probablemente no resulten válidos hoy en día para fines diferentes a su concepción.
  • 8º - Lo que hacemos los compositores "contemporáneos" muchas veces no lo aguantamos casi ni nosotros mismos, como para pedir que lo aguanten otros.
  • 9º - En el caso de que los compositores de música de tradición escrita nos empeñemos en mantener la postura que nos ha conducido hasta aquí, hasta la casi nula presencia social que representamos, es probable que en un día no muy lejano los encargados de distribuir las subvenciones públicas que nos aportan esos ridículos ingresos que recibimos (directas o indirectas como encargos, concursos, etc...), probablemente ni eso nos concedan. ¿Es necesario que nos hundamos del todo para reaccionar? O, quizás no, cuando llegue ese día nos sentiremos sublimados en lo que es la catarsis de la incomprensión, el máximo ideal del artista llevado a sus últimas consecuencias, y nos evaporaremos ascendiendo al parnaso mientras la música de las esferas resuena con melodías celestiales en nuestro honor...

 

4. ¿Pasando a la acción? . . . . . . . .
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Si se acepta todo ello, ¿qué es lo que se puede hacer? La respuesta no la conozco. La finalidad de este manifiesto es más realizar un análisis y plantear preguntas que ofrecer respuestas. Si esas respuestas existen, habrán de surgir del trabajo y esfuerzo colectivo de toda una nueva generación de compositores, no de un único artista iluminado. No obstante, sí me atrevo a compartir, con toda la humildad del mundo, algunas ideas que vienen a mi cabeza cuando imagino salidas para el actual callejón en el que se encuentra la Música Nueva (utilizaré este término para referirme a la música de nueva creación planteada desde la perspectiva de la música de tradición escrita).
  • A- Una primera idea es la de eliminar todo prejuicio y todo seguidismo escolástico a la hora de seleccionar materiales o estéticas (y dentro del término escolástico incluyo muchos pretendidos vanguardismos). Lo que realmente caracteriza las grandes obras de los grandes creadores de la música de tradición escrita de cualquier época y estilo es:

    1 - Su rica arquitectura interna manifestada a través de una cierta complejidad constructiva.

    2 - El equilibrio organizativo de toda esa complejidad.

    3 - Una conceptualización socio-estética que justifica y que frecuentemente es germen, desde el punto de vista intelectual, de toda esa complejidad.

    4 - El esmerado juego psicológico con el oyente.

    Estas características nos dejan a los compositores un margen de acción muy amplio. Y dentro de ese amplio margen de acción quizás sea más práctico, en estos momentos de principios del siglo XXI, que nos centremos en volver a conectar con la sociedad. E, insisto, esto para nada quiere decir componer como Mozart, o como Sting.

  • B - Dado que la "Música Pura" casi sólo se ha dado en el ámbito clásico-romántico (y, en el fondo no es tan "pura", como han demostrado modernos estudiosos) no deberíamos tampoco tener prejuicio alguno para vestir la Música Nueva con trajes de actualidad o utilizar la Música Nueva para vestir otros elementos (como ocurre con la música para audiovisuales), pues es una forma sumamente eficaz de insertarla socialmente.
  • C - Los templos de la música actual son las discotecas, los pubs y las salas de concierto pop-rock. Y es donde la sociedad acude principalmente a escuchar música y donde está acostumbrada a encontrarse con novedades musicales. ¿Por qué no intentar conquistarlos? (Lo cual, de nuevo, tampoco quiere decir que haya que componer música pop-rock)
  • D - El sentido temporal, en los países desarrollados del S.XXI, es radicalmente distinto al que se vivió en el S.XIX y anteriores. Hoy en día todo ocurre a velocidad de vértigo, y quizás por ello, entre otras razones, triunfa la forma canción, que presenta una duración media de 4 minutos. De nuevo, ello no implica que los creadores de Música Nueva debamos ceñirnos a obras de 4 minutos, pero sí tomar muy en cuenta este rasgo psicológico actual y no conformarnos con esquemas musicales dilatados que, aunque vestidos de modernos, vienen de muy antiguo.
  • E - Existe la perversa idea de que el compositor es básicamente una persona que se sienta en una mesa y escribe un sinfín bolitas, palitos y algún que otro extraño símbolo en un papel pautado. Y, aunque es cierto que esa es parte de su labor, tan importante o más que ella es conseguir que esa música que se ha escrito no sólo llegue a sonar, sino que realmente alcance algún tipo de implicación social. En ese sentido, tan trascendente para el compositor profesional como el contrapunto, es conocer los complejos mecanismos de difusión y promoción en una sociedad de mercado del S. XXI (discográficas, editoriales, medios de comunicación, etc...), y dedicar a esta tarea tanto esfuerzo como a la creación musical.
  • F - El compositor, hasta finales del S.XIX, siempre fue intérprete o participó activamente en la interpretación de sus obras. La interpretación permite al compositor defender su obra de una manera activa, además de obtener ingresos adicionales pues, por suerte, la interpretación todavía es valorada por la sociedad, y lo suele mostrar aplaudiendo e incluso pagando a los intérpretes. Resultaría práctico, pues, potenciar la faceta interpretativa del compositor.
  • G - Hay que retomar, al menos en parte, ese terreno en el que ha sido desplazado el compositor de música de tradición escrita por el compositor pop-rock. Si nosotros sabemos más que ellos, ¿a qué estamos esperando? ¿O, es que quizá nos encontramos más cómodos sentados en nuestra mesa, escribiendo bolitas y palitos para no-se-sabe-muy-bien-qué y quejándonos de que nadie escucha nuestra música?
  • H - Ya se ha comentado antes: la mayoría de los pocos ingresos que recibe un compositor de música de tradición escrita proceden directa o indirectamente, en su mayoría, de dinero público. Aún reconociendo que el dinero público es vital para la defensa de actividades culturales, la dependencia exclusiva del mismo genera con frecuencia más especialistas en burocracia y besamanos que artistas de calidad. Por ello, los compositores de Música Nueva deberíamos imponernos como reto el atraer también el dinero privado, pues en nuestro actual mundo del S.XXI, como en los anteriores, las personas demuestran su interés por algo pagándolo. Evidentemente, algo habrá que cambiar en nuestros planteamientos de cara a que las personas particulares sean capaces de "aflojarse el bolsillo" para escuchar nuestra música. Quizás merezca la pena, pues tenemos "bastante que ganar".
  • I - La formación de un compositor, dentro del ámbito de la música de tradición escrita, es prolongada, ardua y compleja. El superarla implica, en principio, poseer talento, adquirir amplios conocimientos y un cierto sentido crítico desde el punto de vista intelectual. Dada la situación actual, los compositores deberíamos empeñar todo el talento y la profundidad intelectual de los que hacemos gala, al menos a la par que en las cábalas combinatorias con los sonidos, en la búsqueda de nuevas vías que entronquen con nuestra tradición y que permitan la "reinserción social" de nuestra práctica creativa. O ¿quizás es que no poseemos tanto talento y profundidad intelectual?

 

5. Concluyendo . . . . . . . .
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Puede parecer que este manifiesto es exageradamente pesimista. Nada más lejos de mi intención. Precisamente porque creo que la música es una actividad esencial para el ser humano, y porque considero que la música de tradición escrita tiene y siempre tendrá mucho que aportar, he realizado este alto en mi camino de profesor y compositor y he redactado estas líneas. En cualquier caso, más que enunciar grandes verdades, pretendo generar debate y reflexión, ya que lo que sí que resulta evidente es que la Música Nueva se encuentra en ese aparente callejón, con la salida un tanto "obturada". No obstante, estoy seguro de que, una vez abierta esa salida, ha de existir un amplio campo en el que desarrollar nuestra actividad.

Invito, asimismo, a adherirse al mismo a cuantos quieran, entendiendo que tal adhesión es más una adhesión a la necesidad de debate sincero y profundo, que un refrendo incondicional a las ideas aquí escritas. Bien es sabido que la unión hace la fuerza, y si es que existe alguna posibilidad de evolución, de mejora o de cambio, todo ello surgirá de los esfuerzos de un amplio colectivo.

Por último, aún no se bien cuál adoptar de las 5 posturas que antes he señalado. Pero sí tengo claro cuales no.

 

Escrito en 2003, por Luis Robles

 

[6. Coda: Las palabras e ideas anteriormente expresadas persiguen, como único objetivo, estimular la reflexión. En ningún caso atacar a nadie, sea persona particular o colectivo. Ha de entenderse, dentro de ese mismo objetivo, el estilo de redacción "vehemente" que en algún momento pueda aparecer. No obstante, si alguien se sintiera agraviado, ruego que acepte mis más sinceras disculpas, que aquí mismo le presento por anticipado.]